La Nueva Familia

Una nueva forma de relación entre dos seres, que juntos dan expresión a una pareja, está despertando gradualmente en la conciencia de muchos, no por el deseo emocional de cumplirla, sino por la nota interior emitida por aquellos que reconocen que ninguna otra forma de relación, aparte de ésta, puede sostener y estructurar su existencia juntos.

Con la Nueva Tierra, surgirán nuevas familias, nuevos hábitos relacionales entre aquellos que darán expresión a este núcleo sagrado serán gradualmente revelados en la acción y experiencia manifestada por muchos.

Con el nuevo hombre, se creará una nueva sociedad a imagen de este arquetipo que es nuestra tarea materializar. En este arquetipo encontraremos la expresión interna de un programa que debía concretarse en el pasado y que ahora, con el retorno simbólico de Adán y Eva al paraíso perdido, se manifestará finalmente en la dimensión física.

Con la nueva familia, nuevas energías darán expresión a este núcleo que finalmente cumplirá la función estabilizadora de todo un proceso de civilización. Esta Nueva Familia será una verdadera celebración de la Vida en la dimensión física, y no más el arrastre de las fuerzas kármicas en la fricción generada entre aquellos que todavía hoy la expresan.

En el pasado -y los tiempos actuales ya son el pasado- dos aspectos de la experiencia humana siempre han sido vistos como opuestos e irreconciliables. Por un lado, la experiencia monástica, vivida en la reclusión de un monasterio o en el aislamiento de un desierto, por otro, la experiencia familiar como apoyo al proceso de civilización.

En la experiencia monástica se buscaba un contacto profundo con lo Divino, haciendo de esta experiencia un ritual de entrega total a lo absoluto. En la experiencia familiar, a su vez, se buscaba la perpetuación de la especie, costumbres, hábitos ancestrales.

Por la oposición forzada a la que estas dos formas de experiencia siempre han sido colocadas, aún no se había revelado todo un Propósito-Potencial de Vida. Para el monje, la vida familiar era un obstáculo para la búsqueda de lo Divino. Para la pareja, la experiencia monástica fue un obstáculo para su vida cotidiana y para la experiencia de los muchos placeres y logros que les proporcionó.

Hoy, con el despertar de la Humanidad, un nuevo tipo de energía está disponible para la formación de las parejas que darán expresión a este nuevo paradigma. Finalmente - debido a la maduración de muchos seres y a la profunda conciencia de que son partículas de un todo, completas en sí mismas - estas dos energías pueden fusionarse en una sola.

La energía monástica será llevada a la familia, transformando el hogar en un Templo y la pareja en dos monjes. Será la consagración de la familia la que se convertirá en un verdadero núcleo sagrado.

No habrá más apegos en el deseo desenfrenado de poseer al otro. Cada uno será libre en sí mismo. Cada uno podrá reconocer, sin esfuerzo, el espacio del otro sin invadirlo, aceptando esta libertad con la misma naturalidad con la que acepta la libertad de un pájaro.

Las energías astrales serán eliminadas por la raíz. No habrá más espacio para la pasión, para los celos, para el monitoreo constante del otro que teme perder su fuente de energía. Serán verdaderamente libres, no siendo dependientes del otro para encontrar el equilibrio y la Paz en sí mismos. Cada parte de la pareja será completa en sí misma: no hay nada que perder, nada que ganar. La relación deja de ser un juego de fuerzas para convertirse en la verdadera expresión de ese Amor-Sabiduría donde los elementos fricativos ya no están presentes.

Esta pareja vivirá genuinamente como monjes dentro de un Templo Hogar donde la nota de las dos experiencias estará presente de la manera más pura. Serán seres en profundo Silencio Mental, Paz Emocional y Armonía Física. Por sí mismos, serán la faz de la nueva Tierra, la verdadera expresión de este nuevo amanecer que nos espera.

De la familia, conseguirán compartir el mismo espacio en armonía y la comunión de una experiencia totalmente nueva en los detalles más pequeños. Del monje, obtendrán el Silencio, la Impersonalidad y la Rendición. Será una relación de celebración constante con el Absoluto, no a través de rituales, sino desde el simple acto de estar juntos y unidos, cumpliendo la sacralización de la familia.

Muchos de nosotros tenemos la responsabilidad de dar expresión a estos prototipos familiares en una era de transición, en particular los más jóvenes. Estas parejas serán como islas de este futuro que despierta, funcionando como embajadores de la Nueva Tierra: aquellos que realizarán dentro de sí mismos la síntesis de estas dos energías vistas como fuerzas opuestas hasta hoy.

La formación de estas parejas se basará en seres cuya afinidad espiritual es complementaria. No más factores de personalidad y condicionamiento kármico interferirán con la unión de estos seres, sino la profunda conexión y afinidad ancestral entre los núcleos internos que los unirán para siempre. Y esto será tanto para el otro miembro de la pareja como para los propios hijos. Por esta razón, las familias se formarán verticalmente en lugar de horizontalmente como sucede hoy en día.

De esta manera, no habrá diferencias entre la familia física y la familia espiritual. Los hijos que se reencarnan, miembros de esta misma familia espiritual, vendrán a compartir en la dimensión física la misma experiencia dentro del ciclo temporal que le corresponde a la familia manifestar en el servicio prestado al Plan Mayor.

Niños que llegarán a esta dimensión a través de la sexualidad consciente por parte de los padres, vista como un ritual de celebración del Ser Uno y, por lo tanto, algo profundamente sagrado. Esta energía ya no se dispersará en el alimento continuo de las fuerzas de la personalidad, sino en la profunda armonía con lo Divino, en un gesto de devoción incondicional a la Vida como un todo.

Para las parejas que den expresión a estas familias, su unión será vista como un acto de Servicio al Plano Espiritual. Son plenamente conscientes de que la razón por la que están juntos es para Servir, y esto será para ellos una fuente de Estabilidad, Alegría y Paz.

Sin embargo, a todos aquellos que aspiran a llegar un día a dar este paso, les digo que no alimenten expectativas que tan a menudo son el resultado de proyecciones emocionales y mentales. Para que estén listos para expresar esta nueva Nota, primero deben transformarse profundamente. No hay manera de dar expresión a estas nuevas familias con las viejas fuerzas y los viejos trajes.

Y sólo un pequeño deseo de nuestra parte para que esto suceda, y demostramos lo mucho que no estamos preparados para dar ese paso. Estas nuevas familias no están formadas por ningún proceso humano convencional, sino por la arquitectura interna diseñada para esta encarnación y, por lo tanto, sólo el crecimiento natural de nuestra maduración espiritual nos llevará a la intercepción perfecta entre estos dos seres dentro del plan definido para sus vidas en esta dimensión.

¿Cómo podemos querer dar expresión a una de estas familias si todavía hay apegos, si todavía existe el sentido de propiedad sobre la otra y la necesidad astral de recibir energía del exterior para sentirse completo? ¿Cómo podemos querer formar una familia sagrada si la sintonía con nuestra Alma es todavía intermitente? Si nuestra entrega a lo Divino es todavía incompleta? Si nuestra conciencia de servicio al Plan Espiritual todavía no es estable y absolutamente clara a nuestros ojos?

Hasta que esto suceda, no hay manera de dar expresión a esta nueva familia, y si tratamos de hacerlo utilizando fuerzas astrales o mentales, las que controlan a la humanidad hoy en día, caeremos en otra de las muchas ilusiones en las que todavía estamos inmersos.

Así, antes de que podamos dar expresión a esta nueva forma de dos seres que se relacionan como pareja, debemos primero trabajar nuestra personalidad en la entrega incondicional a lo Divino, y sólo entonces, sin que haya voluntad humana presente, este mayor encuentro puede ocurrir como consecuencia natural de un proceso que estábamos destinados a vivir.

Que seamos, pues, humildes en nuestra voluntad, sinceros en nuestra entrega y sencillos en los pasos con los que recorremos los caminos de este mundo. Sólo entonces este diamante puede ser puesto en nuestras manos, porque ya no nos aferraremos a él ni intentaremos poseerlo.

 


Del libro Reflexiones Espirituales para una Nueva Tierra
https://www.pedroelias.org/es/libros

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