Déjalo Fluir

Muchos de nosotros sentimos, en lo más profundo de nuestro ser, una urgencia, una necesidad existencial para corregir el mundo, para sanar las heridas de una civilización olvidada de sí misma, lejos de los grandes propósitos que se le han asignado. Una urgencia que se hace cada vez más presente en todos aquellos que se han comprometido con la humanidad. El compromiso de caminar con el corazón abierto ante los ojos ciegos de aquellos que sólo creen en lo que pueden tocar, mostrándoles que este toque es más profundo, más vasto; que tocar con el corazón es sentir la unidad de todas las cosas en la fuerza transmutadora de esa energía superior que llamamos AMOR.

Pero esta urgencia nos deja intranquilos, confundidos sobre el camino a seguir. ¿Cómo podemos estar seguros de que caminamos por el camino de nuestro destino? Que todas las experiencias vividas nos lleven al momento oportuno, a la tarea exacta, al lugar que nos corresponde en un Plan Mayor del que somos un elemento esencial? La respuesta es simple y resume, como si fuera un mantra, en la siguiente frase: "Déjalo fluir". El efecto de estas palabras debe ser mágico para nosotros, trayendo, con el simple acto de pronunciarlas, PAZ.

Si hoy estamos en este lugar donde nos percibimos, si por caminos misteriosos se nos dio la posibilidad de encontrar personas importantes para nuestras vidas, de vivir momentos inesperados y regeneradores de energías estancadas en nosotros, es porque ese mismo flujo nos llevó allí. Ninguna estratagema mental, ningún plan, por muy elaborado que sea, podría habernos llevado al destino que estamos obligados a cumplir, porque si así fuera, estaría en manos de la personalidad y no del Alma.

La personalidad es como una persona perdida en un laberinto, pensando que conoce cada rincón y cada corredor y donde, por su propia desesperación, si es consciente de ello, repite continuamente los mismos errores, pasando por los mismos lugares, tropezando una y otra vez con los mismos obstáculos, golpeando interminables veces con la cabeza en los mismos callejones sin salida, en una experiencia dolorosamente repetida en la ilusión de aquellos que creen saber por dónde caminan. ¡Bueno, no lo hacen! Cuanto más busca la personalidad, más se pierde en este enredo de pasillos. Sólo cuando deja de buscar y entregar esta guía al Alma que, sobre el laberinto, ve todos los caminos, es que, finalmente, en un dulce fluir de aquellos que son conducidos por manos más sabias, la personalidad encontrará el camino de su destino.

¿No era esto fluir, sin rumbo aparente, lo que, como una hoja sobre las aguas de un río, nos llevó al lugar donde estamos? ¿No deberíamos, una vez más, confiar en estas sabias manos que saben exactamente la tarea que tenemos que cumplir? ¿Quién conoce el espacio y el tiempo adecuados de esta experiencia continua en la mirada de aquellos que, incluso antes de encarnar, todo podía atestiguar de un camino por sí mismos predestinado y elegido? ¿Por qué la ansiedad, entonces? ¿Por qué la duda y la incertidumbre que a menudo se instala? ¿No recorremos el camino de una existencia que dedicamos a Dios, de una misión en la que decidimos ayudar a la humanidad en estos tiempos difíciles? Si nos entregamos al Más Alto, ¿qué temer? ¿No nos hemos convocado a una tarea que asumimos ante nuestros Hermanos incluso antes de encarnar, proponiéndonos ayudar en la elevación espiritual de aquellos que comparten este planeta con nosotros? Repite conmigo esta sencilla frase: "Déjalo fluir". Que la corriente de este inmenso río nos conduzca a la ensenada del destino que es nuestro deber cumplir, sin querer llegar a ninguna de las orillas, porque si lo hacemos, estaremos atados a estas orillas; atrapados en los charcos embarrados de los que difícilmente saldremos.

"Déjalo fluir" no es inercia, sino preparación. Y no es inercia porque sabemos que una mano más sabia nos guía. "Let it Flow" es como un bombero en el cuartel, listo para correr en cualquier situación si suena la sirena pero, mientras espera, simplemente deja que el tiempo transcurra sin problemas, en la tranquilidad de aquellos que saben que están al servicio de una causa mayor. Si no era así, y abandonó el cuartel por no haber soportado el silencio y la espera, siguiendo otros caminos, sonaría la sirena, y no estaría dispuesto a actuar. Pero si se queda en el cuartel, aunque no conozca la tarea que se le asignará, cuando suene la sirena estará listo y todo se dejará a un lado para que pueda cumplir su destino.

Mientras espera, sin embargo, sus únicas palabras son: "Déjalo Fluir". Y este es el camino directo hacia la PAZ.


Del libro Reflexiones Espirituales para una Nueva Tierra
https://www.pedroelias.org/es/libros

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