Sólo los seres libres pueden recorrer el Camino Espiritual y encontrar la Verdad al final de ese camino. El final del camino que no está lejos en el horizonte, requiriendo inconmensurables esfuerzos para alcanzarlo, sino Aquí, en este instante que se hace presente el momento en que esta Verdad se revela porque nos despojamos de las verdades de los demás. Nadie que se acomode a algo externo, ya sean las palabras de un gurú, de un libro, de una ideología o religión, podrá jamás encontrar esa Verdad. Sin este camino individual de intuir, reflexionar y sentir el mundo desde el centro, nunca se podrá encontrar la verdad.
Puedo arrodillarme en veneración ante la escultura que el Maestro ha esculpido, y esa escultura ser su Verdad Inviolable y Perfecta. Pero si quiero llamar a mí mismo esa Verdad y hacerla mía, el Maestro, si es un verdadero Maestro, me disuadirá inmediatamente de hacerlo. Buscará el martillo y el cincel que usó para tallar esa obra, y me dirá: "Observa, Siente y Vive el mundo desde tu centro, utilizando estos instrumentos para crear tu propia escultura, pues sólo así será verdad."
La verdad no se encuentra en la aceptación pasiva de los vientos soplados por el mundo, pues entonces estamos en el reino de la creencia, la superstición o el dogma. No se encuentra en sometimiento a un sistema, a una regla, a un método, pues los instrumentos para conocerlo no están en herramientas externas creadas a partir de verdades que se nos imponen, sino en la experiencia directa entre el mundo en el que nos percibimos y la Realidad que Somos, a partir de la cual esculpiremos esta Verdad a imagen y semejanza del Sonido que nos habita. A Verdad que no se puede anunciar, que no se puede enseñar, que no tiene forma que pueda ser delineada y medida por la métrica de otros, porque simplemente ES. Una Verdad que es el Vivir expresión viva de esa mirada que nos observa desde dentro y que, a través de nosotros, observa el mundo cuando abandonemos las miradas externas a las que nos hemos acomodado por miedo, hipotecando nuestra libertad.
Hasta que no tengamos el coraje de tomar estos instrumentos que el Maestro nos ha dado, o que la Vida ha puesto a nuestra disposición de las más variadas formas, y a través de ellos comencemos a esculpir nuestra propia obra, acabaremos estancados en los múltiples "aciertos" y "errores" del mundo, esclavos de verdades ajenas que, en nosotros, nunca serán verdad.
Y cuando la escultura esté lista, nos daremos cuenta, con la profunda alegría de quien por fin ha comprendido, que el acto de esculpir la piedra no era más que quitarle de la piedra su exceso para revelar la obra que siempre estuvo allí.
Del libro Reflexiones Espirituales para una Nueva Tierra
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