Una vez llegó un peregrino a una aldea perdido en un valle rodeado de altas montañas. Mientras caminaba por la ladera de una colina, observó unas piedras en su camino y se dio cuenta, de un modo difícil de explicar, de que tenía que recoger cada una de esas piedras y llevarlas hasta la cima de la colina. Y así lo hizo. Cada día buscaba piedras, muchas de ellas cubiertas por la vegetación, y las llevaba a la cima de la colina donde las reunía todas en un mismo lugar. Era una tarea difícil, difícil por su cansancio, pero en ningún momento dudó de lo que la Vida le pedía, y se entregó por completo a la tarea.