Una Nueva Perspectiva Sobre el EGO

Hemos aprendido a mirar al Ego como un enemigo. Muchas prácticas espirituales lo sitúan como el objetivo que hay que ser abatido, la razón que nos impide evolucionar, el obstáculo entre nosotros y lo Divino. Pero en verdad, si no fuera por el Ego, ni siquiera podríamos encarnarnos y vivir esta experiencia que es profundamente sagrada. Quizás los ángeles y arcángeles pudieran caminar, pero no sienten el mundo ni lo alquimizarlo, y por lo tanto son inútiles sin la existencia de los mundos duales y sus múltiples humanidades.

El Ego es el hilo conductor de todas nuestras encarnaciones. Es el vínculo que nos une a todas las experiencias vividas en el pasado como la argamasa necesaria para la construcción del Templo en el que un día brillará el Alma. Es la base a partir de la cual se estructura toda nuestra encarnación, porque sin Ego no habría ni siquiera experiencia en la materia, y ésta es la razón de la caída del Hombre, sin la cual no podríamos síntesis del Cielo y de la Tierra y permitir al planeta ascender a dimensiones superiores.

El proceso, por tanto, no consiste en deshacerse del Ego, sino transformar la piedra bruta en cristal para que cuando el Alma se presente y comience a vivir a través de este Ego, pueda volverse translúcida y permitir que la luz de esa Alma brille plena y completamente hasta que la Mónada a su debido tiempo, pueda derribar los muros del Templo y ser ella misma la única realidad operante, ofreciendo este Ego como hostia consagrada. Porque si, por arte de magia, fuéramos capaces de deshacer el Ego, aún lejos de nuestros núcleos más íntimos, os aseguro que al día siguiente día siguiente nos despertaríamos en el hospicio más cercano totalmente incapaces de operar en el mundo.

El Ego es una de las expresiones más genuinas de la vida material, y contrariamente a la idea profundamente arraigada de que el Ego es un mentiroso, un manipulador, un engañador para ventaja, en realidad es todo lo contrario. El Ego es siempre verdadero, directo, crudo, no miente, ni engaña, ni manipula... se expresa sin pudor, sin vergüenza, sin miedo, todo su egoísmo, toda su vanidad, toda su arrogancia y tantos otros rasgos, cuando aún está en sus fases más primitivas, y es precisamente por lo que todos acabamos tratando de sofocarlo, de ocultarlo, de disimular esos mismos rasgos más burdos que avergüenzan a los ojos de los demás, como si estuvieran allí como un error del Cosmos, y no como el proceso natural de la evolución del mundo en su creciente transformación hacia la trascendencia. Y es aquí, cuando negamos este Ego y tratamos de excluirlo de la ecuación, caemos en la trampa de construir un personaje alrededor de ese Ego. Y es en este punto que nos perdemos a nosotros mismos.

El personaje, a menudo confundido con nuestro propio Ego, es un personaje creado por nosotros para ocultar ese mismo Ego, para camuflar esos aspectos más groseros que no pueden ignorar, pero que tan a menudo intentamos ocultarnos a nosotros mismos a nosotros mismos y a los demás con la ilusión de que ya no existen. Pues bien, no existen. Están ahí, reprimidos bajo la alfombra y mientras están ahí, el proceso evolutivo está estancado. Y es esta persona, ella, a diferencia del Ego, que es mentirosa, manipuladora, peligrosa, astuta, egoísta y hará todo lo posible para mantener la farsa. Es una máscara en la que ponemos nuestra verdadera cara mientras operamos dentro de la dualidad, una cara que no es dualidad, un rostro que no es el del Alma, y mucho menos el de la Mónada, porque estos núcleos no tienen rostro, porque no son "Persona", no tienen nombre, porque se identifican por la función que representan, no tienen dirección, porque están unidos a la con la Totalidad, pero el Yo sí, tiene un rostro, tiene un nombre de entre muchos nombres, tiene una dirección de entre muchas. Está hecho de la arcilla del mundo y del polvo de los ciclos, y por lo tanto elemento esencial dentro de la alquimia del mundo.

Por lo tanto, quitarnos las máscaras para volver a nuestro verdadero rostro, como escribí en otro texto titulado "Soltar las Máscaras", no es volver al Alma, sino al Ego, y asumir de una vez por todas las arrugas de tu rostro, sin porque cada una de ellas está ahí como resultado de las experiencias experiencias hechas en este mundo a lo largo de las encarnaciones, y por eso en cada una de ellas, hay una historia rofundamente sagrada a ser revelada, una experiencia única, irrepetible, que a pesar del dolor, nos trae como resultado la Consagración de este Mundo.

Que tenemos la posibilidad de desnudar los personajes que construimos por vergüenza de nuestro Ego, y dejemos que se exprese en libertad como un niño, siempre bajo la atenta vigilancia de nuestra Conciencia, porque es esta Conciencia cuando se funde con el mundo, la que da sentido a la Vida, permitiendo que este mismo Ego se transforme de piedra en bruto en cristal translúcido. Cuanto más observamos el Ego sin aceptándolo por lo que es, más se llena de Alma, transubstanciándose sus formas más groseras en formas en otras más luminosas.

Y cuando observamos a este Ego expresándose en total libertad a través de otros que, ignorantes de su presencia, tienen el don de no construirse ningún personaje ni ponerse ninguna máscara, alabemos esa experiencia, pues lo que allí sucede es verdadero y sagrado, genuino y puro. A su debido tiempo esa piedra se volverá más translúcida, más redonda, más suave, pero hasta que llegue ese momento, alabemos esa experiencia que está ocurriendo allí con profunda reverencia.

Al final, el que siempre ha sido odiado como el villano de la historia, resultará ser el verdadero héroe, el Cáliz Sagrado en el que un día se verterá el vino del Espíritu y sin el cual la experiencia que Dios ha reservado para este plano dimensional no sería posible.

Que sepamos, pues, amarlo en su rudeza, inspirarlo en su ignorancia, apaciguarlo en sus tormentas, y ayudarlo así a pulir sus aristas mientras este se expresa libremente bajo la guía serena y compasiva de nuestra Conciencia. Que seamos como Krishna, el auriga de Arjuna que conduce sus tres caballos (la personalidad) mientras Arjuna (el Ego) entabla combate con Karna (su propia sombra), consagrándose como héroe tras la victoria.

Y entonces, cuando la ira se transforma en Compasión, la vanidad en Servicio, la arrogancia en Humildad, los celos en Amor Profundo, la agitación en Simplicidad, entonces esa piedra tan odiada puede al fin brillar en gloria al Ser Supremo porque tuvimos el valor de mirarla a los ojos en plena aceptación, sin luchar contra ella, sin reprimirla, permitiéndole llorar todos sus dolores en nuestro regazo y regenerar el pasado en una profunda curación. Esta curación que sólo puede producirse cuando desnudamos a todos los personajes y miramos en el espejo ese único rostro que nos ha acompañado desde el principio, un rostro cansado y sufriente, percibiendo la que la Vida ha dejado en su piel arrugada y, a través de ellas, la la profunda alquimia que, de forma silenciosa y alejada de nuestros ojos, nos ha ido transformando a nosotros y al mundo.

Sí, porque contrariamente a lo que podamos pensar quien expresa Humildad, Sencillez, Compasión y Amor, es el propio Ego después de haber sido debidamente transformado, y no nuestra Conciencia profunda, porque ésta es neutra y no toma ningún color.

Cuando llegamos aquí, como Espíritu, el Padre puso en nuestras manos una piedra áspera y dijo: "Os la ofrezco lo que es más sagrado para mí. Transfórmala en el más perfecto de los cristales". Esta piedra es nuestro Ego que un día brillará en la Gloria como un Cáliz Sagrado en cuyo interior se despertará el Espíritu santificado por la presencia del Hijo, como un Dios que despierta dentro de su creación, mirándola desde abajo hacia arriba. Y sólo entonces nuestra tarea más profunda estará completada.


Del libro Reflexiones Espirituales para una Nueva Tierra
https://www.pedroelias.org/es/libros

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