El Silencio

El silencio es la nota profunda e inmaculada de nuestro estado original. Es la Voz de la eternidad doblada en el tiempo; un dulce murmullo que Dios susurra en nuestro oído. Es una suave fragancia del Alma que llena el vacío donde todo se manifiesta. Un aroma sagrado que abre en nuestros corazones el espacio necesario para que podamos escuchar la Voz Interna.... la que nos habla del Verdadero Ser que somos y del hogar que nunca dejamos.

Experimentar el silencio es buscar en nosotros el rostro de Dios, esa expresión de Fuego que realmente somos. Allí se suspenden todas las fuerzas que controlan los planos tridimensionales, despertando un estado de profunda quietud donde nada irreal puede penetrar. En este Templo Viviente de Luz Pura en el cual somos transformados, nada permanecerá sino la realidad de nuestro verdadero Ser. El silencio es la antesala del contacto con lo Divino en nosotros, con la verdad más allá de toda ilusión.

Sin embargo, el silencio es mucho más que la ausencia de palabras. Es un estado de conciencia que se manifiesta en cada gesto, en cada actitud y en cada momento de nuestra existencia temporal. Por lo tanto, que entendamos que las palabras, o su ausencia, no tienen nada que ver con el silencio. Podemos hablar y al mismo tiempo callar, y esto sucederá siempre que las palabras no rasguen el éter que las rodea, sino que, por el contrario, ondulen con ese éter en armonía, reflejando un estado de Paz profunda, con el que son emitidas. Hablar en silencio es sin duda uno de los mayores regalos que podemos ofrecer al mundo, como el ruido producido por esta civilización.

Pero este silencio no sólo se manifiesta en la esfericidad de las palabras, sino también en la dulzura de nuestros gestos, en la calidad de nuestros pensamientos, en la conciencia de nuestras acciones, cubriendo todo con la Paz que resulta de nuestra entrega incondicional a la Vida.

Estar en silencio es, precisamente por eso, estar en profunda armonía con la esencia de nuestro Ser. Se trata de emitir una nota esférica y cristalina, donde no hay ningún borde presente. Un Ser Silencioso es un Templo Viviente, una expresión del rostro de Dios en la materia.

Cultivar el silencio es el primer paso hacia la revelación, en la sustancia tridimensional, del Fuego Cósmico del Espíritu. El silencio es, en suma, la Voz de la Eterna Presencia.


Del libro Reflexiones Espirituales para una Nueva Tierra
https://www.pedroelias.org/es/libros

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