En el Silencio redescubro el Sonido que siempre sonó sin que yo lo oyera; el que resuena dentro del vientre de mi Alma como la voz de la eternidad que se inclina sobre el tiempo.
En el Silencio no encuentro ni lejos ni cerca, pues todo es momento. Allí la vida se desenvuelve en un acto creativo de puro Amor, permitiéndome alcanzar los bordes de mi Espíritu sin tocarlo nunca, pues su piel está dentro y me toca como la caricia de una madre sobre el rostro sereno del niño que duerme.
En el Silencio todos hablan una sola lengua, sin dialectos ni alfabetos, y allí todo conocimiento se diluye en la presencia del Amor cuya fragancia es la Libertad.
En el Silencio estoy sin máscaras, desnudo y despojado igual a todos y en todos presente por la continuidad del único Sonido.
Y cuando un día despierte en este silencio, vacío de todos los personajes, contemplaré el drama humano con una sonrisa compasiva que lo consumirá todo como quien se despierta de un sueño y da gracias por estar VIVO.
Del libro Reflexiones Espirituales para una Nueva Tierra
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